Una de las teorías más famosas sobre el origen de la vida es
la teoría del caldo primordial, también llamado primitivo, primario, de la
vida, sopa primitiva, prebiótica o nutricia, entre otras denominaciones. El
concepto se debe al biólogo ruso Oparin, que en 1924 postuló la hipótesis de
que el origen de la vida en la Tierra se debe a la evolución química gradual a
partir de moléculas basadas en el carbono, todo ello de manera abiótica.
El experimento se basa principalmente en reproducir en un
lugar hermético las condiciones que se dieron en la tierra hace millones de
años junto con el caldo primitivo, es decir, los elementos en las proporciones
en las que se encontraban entonces. El líquido, rico en compuestos orgánicos,
se compone de carbono, nitrógeno e hidrógeno mayoritariamente, expuesto a rayos
ultravioletas y energía eléctrica. El resultado es que se generan unas
estructuras simples de ARN, en su momento versión primitiva del ADN, base de
las criaturas vivas.
En 1953, Stanley Miller demostró un modelo experimental del
caldo primigenio en la Universidad de Chicago. Introdujo agua, metano, amoníaco
e hidrógeno en un recipiente de vidrio para simular las supuestas condiciones
de la Tierra primitiva. La mezcla fue expuesta a descargas eléctricas y, una
semana después, una cromatografía en papel mostró que se habían formado varios
aminoácidos y otras moléculas orgánicas. El modelo postula que el origen de la
vida se produjo a partir de tales moléculas que, tras formarse en la atmósfera
primitiva, fueron arrastradas por la lluvia hasta el océano primordial, donde
se combinaron para formar proteínas, ácidos nucleicos y otras moléculas de la
vida.
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